sábado, 16 de junio de 2012

El Sismo de 1985 un Duro Aprendizaje

Por: el Lic. José Carlos Serrano Vargas
Sociólogo

Soy profesor en la Facultad de Psicología de la Universidad Michoacana de San Nicolas de Hidalgo (UMSNH), casi todos mis alumnos son menores de 24 años, es decir; nacieron después de los sismos de 1985, los más jóvenes ni siquiera saben que hubo un terremoto en México y muy pocos pueden imaginar el dolor y la tristeza que se vivió en esos días. Es por eso que decidí escribir este artículo, porque creo que todo ese dolor y toda esa muerte no pueden ser en vano.

El 19 de septiembre de 1985, a las 7:19 de la mañana varias ciudades de nuestro país fueron sacudidas por más de dos minutos por un fuerte terremoto de 8.1 grados en escala Richter. La Ciudad de México fue la más perjudicada ya que fallecieron entre 7 y 10 mil personas, según las cifras oficiales aunque hay otras fuentes que aseguran que se rebasaron los 40 mil muertos.

Yo tenía 16 años en ese entonces y era un adolescente rebelde y engreído como muchos de nuestros jóvenes actuales, solía discutir con mis padres con frecuencia. Ese día, muy temprano, mi padre entró a mi cuarto para despertarme como siempre, él salía a trabajar como a las 6:00 am porque le gustaba evitar el tráfico, yo entraba a la preparatoria a las 7:00 am; pero ese día me extraño que además de despedirse me sacudiera cariñosamente la cabeza con la mano y me dijera: “por favor, pórtate bien” yo sólo le dije que si, sin abrir los ojos, mientras acomodaba la cabeza en la almohada para dormirme otro ratito. Llegué a la escuela como siempre, entré a mi salón temprano, porque recuerdo que el maestro después de las 7:10 no dejaba entrar a nadie, estaba en clase cuando de repente el edificio se sacudió en una forma horrible, el maestro nos dijo que nos calmáramos y que no nos moviéramos, pero antes de que terminara de decir esas simples palabras la mayoría ya íbamos corriendo a todo lo que dábamos escaleras abajo, en el salón sólo quedo el maestro y como dos o tres alumnos. Ese día se suspendieron las clases, un grupo de alumnos y yo aprovechamos para ir al deportivo a jugar un rato, después, cuando quise regresar a casa ya no había camiones y caminé poco más de una hora, desde el centro de Xochimilco hasta el centro de Tlalpan, en el camino vi muchas personas llorando, les pregunté que qué pasaba y alguien me dijo: “no te enteraste, la Ciudad de México ya no existe” asustado salí corriendo a mi casa, pues mi padre trabajaba en el centro de la ciudad. Cuando llegue todo estaba en silencio, mis hermanas lloraban y mi madre me dijo: “te estaba esperando, a tu papá no lo encuentran en su trabajo, tenemos que ir a buscarlo”, y salimos rápidamente, eran como las 11:00 am.

Conforme fuimos avanzando hacia el centro, se presentaba ante nuestros ojos un espectáculo dantesco, gente llorando, policías y ambulancias por todas partes, edificios en ruinas y mucha, mucha tristeza. El edificio donde trabajaba mi padre se había caído, casi todos los empleados entraban a las 8:00 am y fueron reportándose al trabajo poco a poco, el único que no aparecía era mi padre.

Si bien ese día fallecieron miles de personas, otras tantas se encontraban atrapadas vivas entre los escombros, por lo que obviamente no era el único que estaba sufriendo, ni había tiempo para lágrimas, sino para escarbar, quitar los escombros con nuestras propias manos, piedra tras piedra. Con el paso de los días nos acostumbrarnos al dolor de manos y al olor a muerte, yo fui testigo de cómo en otros edificios vecinos desenterraban personas vivas, incluso cuando ya era casi imposible encontrar a alguien con vida, eso me daba ánimos de seguir rascando, la gente me decía:“Tu padre es un hombre fuerte de 40 años es joven y si está vivo podrá resistir”, por lo que seguíamos buscando día y noche sin descanso. A mi padre lo logramos sacar 40 días después, estaba en los primeros pisos, debajo de un escritorio, en posición fetal, en completo estado de descomposición.

Tal vez sea porque ahora tengo la edad que tenía mi padre cuando murió y que además tengo dos hijos hermosos y una esposa bellísima, por lo que estoy muy preocupado de que las nuevas generaciones piensen que no paso nada, y sigamos tan desprevenidos como siempre, me pregunto: ¿Cuántos de nosotros contamos con un plan familiar de protección civil? ¿Cuántos estamos consientes de la necesidad de hacer simulacros y de saber cómo actuar en caso de desastre?

Sin duda estamos mejor preparados que en 1985, pero lamentablemente el país no es el mismo de ese entonces, hemos crecido mucho y desordenadamente, por lo que no basta estar preparados para enfrentar un sismo como el pasado; ahora las ciudades son mucho más grandes, basta recordar que la zona Metropolitana de la Ciudad de México, está conformada por las 16 delegaciones del Distrito Federal y 34 municipios del Estado de México y que alrededor de ella se ha conformado una importante “megalópolis” (una cadena continua de áreas metropolitanas o territorios que están relativamente integrados entre sí) al vincularse funcional y territorialmente las zonas metropolitanas de Querétaro, Pachuca, Tulancingo, Puebla, Tlaxcala, Cuautla, Cuernavaca y Toluca. Esta megalópolis ocupa apenas el 5% del territorio nacional, pero agrupa al 25% de la población y produce el 42% del Producto Interno Bruto.

Cabe mencionar que el Distrito Federal no es un Estado, sino un distrito, del latín. districtus de distringere, que significa separar. Es decir; este espacio territorial fue concebido para que en él se ubicaran las instituciones necesarias para el funcionamiento de la Federación y no dependiera dicho territorio del Gobierno de ningún Estado, de ahí que el mandatario del Distrito Federal no sea un gobernador sino un Jefe de Gobierno. A este Distrito acuden miles de personas del interior de la República a manifestarse ante las oficinas gubernamentales de la Federación, buscando solución a asuntos de índole federal, estos contingentes se suman a los miles de personas que acuden al centro con fines de comercio, turismo, recreo o de estudio, lo que provoca una inmensa población flotante que se suma a la censada como habitantes de la Zona metropolitana de la Ciudad de México, la cual según estimaciones mostradas en el Reporte Urbanístico de las Naciones Unidas, es la segunda aglomeración urbana más grande del mundo, con 19,231,829 habitantes, solo precedida por la zona metropolitana de Tokio, Japón con 30 millones de habitantes

Después de este análisis es necesario agregar que no existen bomberos suficientes, ni médicos, ni enfermeras, ni hospitales, ni rescatistas profesionales en caso de que un sismo de la misma magnitud que él de 1985 se presentará actualmente, y de nuevo como en 1985 será la sociedad civil la que se tenga que salvarse sola, la que tenga que aprender que hacer antes, durante y después, es decir tenemos que estar preparados.

La ciudad de Morelia no está exenta de esta problemática, también está creciendo mucho, actualmente está entre las más grandes del país, es la número veinte con 735 624 habitantes, por lo que tenemos que tomar muy en serio el asunto de los sismos y los desastres en general. Hoy más que nunca, el hecho de que la población cuente con adecuados programas de Protección Civil puede representar la diferencia entre la vida y la muerte.

No nos pueden tomar de nuevo desprevenidos, las nuevas generaciones deben saber que hacer, los edificios deben ser más seguros y la sociedad civil más organizada, no le deseo a nadie pasar por lo que pasamos los que perdimos familiares en el terremoto, es horrible tener que quitar escombros para buscar lo que más amas, no podemos seguir sin aprender de la experiencia, no podemos seguir como si nada hubiera pasado, porque sino paso nada, entonces ¿por qué mi padre no regreso a casa? Sino paso nada, ¿por qué me siento tan triste desde hace 24 años? sino paso nada, ¿por qué aún lo extraño tanto?



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